Creo que la izquierda debe poner explícitamente en valor a la familia, ¡a todas las familias!

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¿Quién, cuando ama plenamente a una persona, no desea compartir su vida con esa persona? ¿A quién, si siente una ternura que no le cabe en el corazón cuando arrulla un bebé y aspira en algún momento a tener uno, no le brillan los ojos con emoción infinita cuando al fin tiene a su hijo o a su hija, biológico o adoptivo, en sus brazos?  ¿Que padre o qué madre no se desvela cuando el bebé llora desconsolado o no se derrite cuando ya mayor, lo ve por primera vez representando una obra de teatro en el cole o en el centro cívico del barrio? ¿A quién no se le desboca el corazón cuando los niños empiezan a sonreir, o a andar, o a hablar, o a escribir o, más adelante, cuando abren el sobre con la entrada que pidieron para su primer concierto en vivo? 

¡Y así podríamos seguir hasta el infinito! Este cúmulo de emociones recíprocas y compartidas; esta firme voluntad de construir juntos un nosotros, un futuro; este amor incondicional, este apoyo sin límites entre dos personas que se dicen "sí, quiero" cada día; incluso ese riesgo de fallarse algún día en algún tema, incluso ese riesgo de fallarse mutuamente, definitivamente, porque el amor se fue, porque el respeto se olvidó; ese compromiso de que el otro o la otra son lo primero, tan sólo por detrás, si los hay, de los hijos e hijas que libremente se tengan; ese orgullo infinito de sentir que tienes todo el mundo en tus manos cuando abres la puerta de casa y los pequeños se lanzan a tus brazos, cuando cierras la puerta de tu habitación y la persona que amas se lanza a tus brazos; todo eso, y mucho más, es la vida cotidiana, el día a día, de las personas que han tomado libremente la opción de crear una familia, de vivir en familia.

Esa opción, todos lo sabemos, la toman mayoritariamente un hombre y una mujer que se aman libremente y que proyectan juntos un presente y un futuro compartidos, con o sin hijos. Pero ese amarse libremente no es un derecho exclusivo de un hombre y una mujer que se quieran. Ese amarse libremente es exactamente el mismo derecho de un hombre que ama y construye un futuro compartido junto a otro hombre, exactamente el mismo derecho de una mujer que ama y construye un futuro compartido junto a otra mujer. Esos niños que sonríen en la imagen de este escrito podrían sonreir de la misma manera con una mujer que quiere construir un futuro sola con sus hijos porque así lo ha decidido, con un hombre que quiere construir un futuro sin otra persona adulta que conviva con él porque asi lo ha decidido. Y los hombres y las mujeres que aman pueden también equivocarse, pueden también replantearse sus vidas cuando sus caminos empiezan a no ser compartidos, cuando un concepto equivocado de amor empezó a hacer daño y si el amor duele... no es amor. La lucha sobre todo de las feministas trajo a nuestra democracia el derecho al divorcio, y, con él, la realidad de nuevas familias que se reconstituyen y que se enlazan proviniendo de relaciones anteriores. Y todo eso, y todas esas, y las que me dejo en el tintero, son las familias que construímos en nuestro tiempo, que existen en nuestra realidad diaria, las familias que nos hacen sonreir con sus alegrías, que también nos hacen sufrir con sus dificultades, en las que crecen los niños y las niñas, los y las adolescentes que ya son nuestro presente y gobernarán nuestro futuro. Me temo que esa pluralidad de formas de vivir en familia no es lo que en la imagen que encabeza este artículo se sobreentiende por "valores tradicionales y sentido común".

Esa imagen la he visto recientemente en Twitter (yo le sigo llamando así) en una cuenta de alguien vinculado a Vox. Nos sitúa a una familia tradicional en un pasado que siempre pintan como que fue mejor. Esa familia de antes, con esos matrimonios de antes donde el hombre mandaba y la mujer obedecía para siempre (y que largo se hacía ese siempre para tantas y tantas mujeres), donde los niños apenas contaban y la autoridad paterna era, como debe ser, indiscutida e indiscutible. Esa familia de antes en ese mundo de antes, donde no sólo las familias eran para siempre, sino que los vecinos eran los de siempre, los trabajos eran para siempre, la autoridad de la Iglesia era para siempre, el poder de los caciques y poderosos era para siempre...  en ese pasado idealizado que en realidad no existió nunca. Cuando la ultraderecha habla de "valores tradicionales y sentido común" habla sólo de la familia tradicional y todo lo que ello comportaba: la supremacía indiscutida del varón como cabeza de familia, la sumisión incuestionable de la mujer, la obediencia silenciosa de los hijos. ¡Y ésa, sólo esa, es la familia que la ultraderecha tiene en la cabeza y defiende!

Frente a ello, en mi opinión, las formaciones de izquierda debemos reivindicar y poner en valor, reivindicar, defender de forma explícita la familia, es decir, todas las familias, todas las formas libremente constituídas de familia. Defender la familia como el mejor ámbito posible de seguridad, crianza y educación de los niños y las niñas; defender la familia como el mejor ámbito posible de construir proyectos compartidos y estables de vida cuando así lo deseen las personas que se aman; defender la familia como ámbito de formación en la coresponsabilidad y la igualdad de sus componentes; defender las familias como ámbitos de vínculos y respeto incondicionales entre nietos y abuelos; defender la familia desde la libertad como una opción de libertad; defender todas las familias.

Para mí, es un error que la derecha se haya apropiado indebidamente de la idea de familia y, en mi calidad de padre y abuelo, de profesor jubilado, de exalcalde y de familia de acogida, estoy fuertemente comprometido con la defensa de la familia y de la diversidad familiar. Con este propósito, publiqué hace tres años en catalán y dos años en castellano un libro con este propósito y a partir de mi experiencia personal: "Estimades famílies" (Eumo Editorial, 2022) y "Queridas familias" (Editorial Octaedro, 2023).


Si no te resignas, como yo, a que sólo hable de familia la derecha y sólo hable de su modelo de familia tradicional y si crees, como yo, que los partidos y organizaciones de izquierda debemos reivindicar el concepto de familia y su diversidad, te propongo que lo plantees explícitamente allí donde tengas ocasión y que colabores en ese objetivo de recuperar a la derecha una bandera que nunca debimos dejar que nos arrebatara.

¡Gracias por compartir!



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